Si hay algo que esta obra nos deja claro, es que no importa cuánto intentemos pasar desapercibidos: alguien siempre nos está observando. En este caso, no solo los personajes de la primera mesa nos miran con curiosidad, sino que hasta el gato parece estar juzgándonos desde su silla.
“En una osteria romana”, pintada en 1866 por el artista danés Carl Bloch, es una de esas obras que llaman la atención, nos atrapan y nos hacen preguntarnos cosas. La composición, los gestos de los personajes y la sensación de haber irrumpido en un momento privado nos hacen detenernos y observar con más atención. Pero, ¿qué historia esconde realmente este cuadro?
Hoy os traigo cinco curiosidades que harán que entendáis un poquito más esta pintura.
1. Un encargo especial y dos retratos conocidos
La obbra fue un encargo de Moritz G. Melchior, un rico comerciante y amigo personal de Carl Bloch. Pero Melchior no se conformó solo con financiar la obra: también quiso formar parte de ella.
Llegados a este punto seguro que te estás preguntando “¿y quién es ese hombre🎶?”, pensando en el tercero en discordia. No hay fuentes fiables que nos hablen de él. Se sospecha que sería otro amigo del grupo, pero desconocemos la identidad real.
2. Fuerte influencia de su maestro
Carl Bloch fue discípulo del pintor Wilhelm Marstrand, un artista danés conocido por sus escenas costumbristas de la vida italiana. La pintura de Bloch se inspira en la de este, y esta obra en concreto tiene un claro referente: “Escena de una osteria italiana”, de Marstrand.
¿Os habéis fijado que no son las únicas protagonistas de la obra? Y es que debajo de la mesa, agazapado entre los manteles, hay un perrito al que apenas le vemos el morro. En el fondo, dos personajes están cocinando -probablemente una pizza al forno di pietra.
Bloch dota a su versión de una mayor intensidad emocional, reforzando la expresión y las miradas directas al espectador y ese aura de intriga que hace que nos sintamos parte de la escena. Personalmente me siento mucho más “amenazada” por estas caras y miradas que por las del maestro, que me resultan más simpáticas.
3. El protagonista de la obra: el gato
Podríamos pasar horas analizando las expresiones de los personajes humanos, pero seamos sinceros: la verdadera estrella de la pintura es el gato. Sentado en la esquina izquierda, tan ricamente en el banco, con la cabeza ligeramente inclinada y una mirada de juicio puro, este gato añade una capa extra de significado a la obra.
En la historia del arte, los gatos suelen simbolizar misterio, independencia e incluso traición. Y en este caso, podemos decir que su presencia aumenta la tensión de la escena. ¿Ha entrado alguien en la taberna y al gato no le parece bien? ¿Nos está observando a nosotros, los espectadores, con el mismo escepticismo que los personajes humanos? ¡¿qué le hemos hecho!?
4. Rompiendo la cuarta pared
Uno de los recursos más interesantes de esta pintura es el uso de la “cuarta pared”. En el cine y el teatro, este término se refiere al momento en el que un personaje mira o habla directamente al público, rompiendo la barrera invisible entre la escena y el espectador.
Aquí, Bloch hace exactamente eso: los personajes principales y el gato nos miran directamente, como si nos hubiéramos entrometido en su conversación. ¿Nos están invitando a unirnos? ¿Nos están juzgando? ¿Hemos interrumpido un momento incómodo?
Sea cual sea la intención, este recurso logra que la pintura no sea solo una imagen estática, sino una escena viva y en movimiento, donde nosotros, los espectadores, también jugamos un papel.
5. ¿Por qué una osteria italiana si él era danés?
Carl Heinrich Bloch era danés y era reconocido por sus obras de temática religiosa. Entonces, ¿por qué pintó una escena costumbrista en Italia?
Bloch, como muchos artistas de Europa en la época, viajó a Italia atraído por su luz, su historia y su arte. Allí desarrolló su gusto por las escenas costumbristas italianas y se dejó influir por los grandes maestros del Renacimiento y el Barroco. “En una osteria romana” es una interpretación personal de la vida italiana, representada con mucho respeto.
Y es en Italia también donde conoció a Wilhelm Marstrand, su mentor, cuya influencia es clave en sus primeras obras. Y que ya hemos visto cómo influyó su arte justamente en esta obra.
Un instante atrapado en el tiempo
“En una osteria romana” no es solo una escena costumbrista de la vida italiana, sino una pintura que nos interpela, nos provoca y nos invita a imaginar. Cada personaje, cada objeto y cada mirada cuentan una historia. Y lo mejor es que esa historia cambia según quién la observe.
Así que ahora te pregunto: ¿qué historia ves tú en esta escena?