El jardín de las delicias es, con toda probabilidad, la obra más reconocible de Jheronimus van Aken, más conocido como El Bosco. Se trata de un tríptico (óleo sobre tres tablillas articuladas) y está decorado por ambos lados. ¿Descubrimos los secretos que encierra esta obra?
Antes de abrir las puertas…
Al pensar en esta obra lo primero que nos viene a la mente es color, personas desnudas y criaturas fantásticas. Esto se debe a que muchas veces pasamos por alto la decoración del reverso. Mediante grisalla, técnica pictórica basada en una pintura monocroma que produce la sensación de ser un relieve escultórico, el artista nos presenta el tercer día de la Creación.
Y lo vemos tal cual se extrae de las Sagradas Escrituras y las convenciones de la época: la tierra es plana, tiene alrededor abundante agua y vegetación, y se rodea de una esfera. De hecho, el tercer día corresponde al momento en el que las aguas se separan de la tierra y se crea el Paraíso terrenal.
En la parte superior izquierda hay un pequeñito detalle, se trata de la figura de ‘Dios Padre’, que sería el artífice del sarao que está pasando abajo. Al lado, dos inscripciones en latín donde podemos leer “Él mismo lo dijo y todo fue hecho” y “Él mismo lo ordenó y todo fue creado”.
¡Que se abran las puertas!
En el anverso observamos todo un espectáculo de creación, que contrasta fuertemente con la parte posterior por el uso de colores brillantes. De izquierda a derecha las tres tablas representan:
- El Paraíso, con la creación de Adán y Eva, los animales y las plantas.
- A la tabla central se la conoce como “el jardín de las delicias” o “la pintura del madroño”, y en ella encontramos el momento en el que el ser humano ya ha caído en la lujuria.
- Finalmente, encontramos la tabla del infierno, el destino de aquellos que se han entregado a los pecados.
El denominador común de las tres tablas es ‘el pecado’. Empieza con Adán y Eva en la izquierda y acaba en la derecha con el castigo en el Infierno. Y, aunque no lo creamos, también está presente en el panel central: porque nos muestra un Paraíso pero es falso y engañoso, donde todo se entrega al pecado de la lujuria.
En el Paraíso
Estamos en la tabla que representa El Paraíso, pero si nos fijamos bien, se nos presenta un paraíso en el que se empieza a truncar la paz. ¿En qué lo notamos? Podemos verlo reflejado tanto en las actitudes de los animales como en el momento escogido para representar a los humanos.
- Vemos que los animales no pasean o beben plácidamente, sino que pelean entre ellos o incluso devoran a otros más pequeños. Además, entre algunos animalejos claramente fantásticos e inventados, se aprecia la presencia de dos animales bien reales: la lechuza (en la fuente), símbolo explícito de la malicia; y la serpiente, enrollada en el árbol de la fruta prohibida y anunciando el Pecado Original.
- En cuanto a los protagonistas humanos, tenemos a Dios, Adán y Eva. En un primer momento, el Bosco planteó que la figura de Eva apareciera en la 3era tabla, pero finalmente la representa aquí junto a Adán en esta especie de ‘momento presentación’. Se trata de un tema poco frecuente, pero nos está hablando de la institución del Matrimonio.
Si lo pensamos, no se ha escogido representar el momento del ‘nacimiento’ de Eva de la costilla, donde todo sería idílico y rodeado de paz. Sino el momento de unión entre ambos, que acabará truncando la paz y llevando a un Paraíso entregado al pecado de la lujuria (segunda tabla).
Además, el hecho de que la tabla central y la izquierda compartan paisaje nos puede hacer pensar que se trata del mismo ‘plano’ y mensaje: se transmite la fragilidad y el carácter efímero de la felicidad.
🐻 ¿Te has fijado en el detalle del oso y el madroño? ¿Estaría El Bosco haciendo un guiño a la ciudad de Madrid? Si te fijas en el centro, en el espacio entre la jirafa, el perro de dos patas y el elefante con el mono, verás algo realmente curioso: un oso agarrado a un madroño. Sí que es cierto que la obra se pintó entre 1490 y 1500, y que la imagen del oso y el madroño como símbolo de Madrid data del siglo XIII. Es decir, el emblema ya existía cuando se pintó la obra, aunque no era iconográficamente como lo conocemos en la actualidad.
Pero la realidad es que, aunque pudiera hacernos gracia pensar que El Bosco metió esta referencia de la ciudad de Madrid, es muy improbable que incluyera este detalle por ese motivo. El madroño es un fruto de placer, y tiene todo el sentido incluirlo pensando en el simbolismo general de la obra. Y el oso simplemente es otro de los muchos animales que aparece por la zona.
El jardín de las delicias
A la tabla central se la conoce como “el jardín de las delicias” o “la pintura del madroño”, y en ella encontramos incontables detalles. En primer lugar, hablemos sobre los varios nombres con los que se conoce la tabla:
- Se representa un “jardín de las delicias” o de los placeres de la vida. Entre el Paraíso y el Infierno, estas delicias son alusiones al Pecado, se muestra a la humanidad entregada a los diversos placeres mundanos.
- El sobrenombre de “la pintura del madroño” es de origen español. Cuando Felipe II compra el cuadro, lo entrega al supervisor de El Escorial, quien al inscribirlo en los registros de palacio anota: “la otra tabla, de la gloria vana y breve gusto de la fresa o madroño, es la cosa más ingeniosa y de mayor artificio que se pueda imaginar”. En primer plano, tenemos fresas, madroños…
A modo de un “¿Dónde está Wally?” donde todo es pecado y multitud, encontramos un gran número de figuras humanas (vestidas y desnudas), animales (reales y fantásticos), plantas y frutas. El Bosco representa al mundo entregado al pecado mediante figuras que transmiten una fuerte carga erótica o sexual. En definitiva, el pecado de la lujuria, aunque no es el único representado.
Todos los detalles dan para otro artículo, que intentaré compartiros pronto.
El Infierno
Estamos acabando con el tríptico por la tabla de la derecha, la que representa el Infierno. La fantasía de El Bosco acaba por desbordarse en esta tabla, donde vemos grupos de imágenes complejas que llaman fuertemente la atención. Vamos a centrarnos en dos grandes figuras, el hombre-árbol y el pájaro azul, y en algunos elementos a su alrededor.
El hombre-árbol o cómo acabar realmente mal
En el centro de la tabla tenemos al hombre-árbol, considerado una representación del diablo, aunque algunos han querido ver en su rostro un autorretrato del pintor. Recordemos que el cuadro no está firmado, pero no dudamos de su autoría.
Dentro de su cuerpo destrozado vemos una taberna y sus piernas acaban en dos barcas. Podemos pensar que esto es símbolo de la inestabilidad, pero es que el agua en el Infierno se convierte en hielo: desde época medieval, el hielo es el castigo de los envidiosos.
En la cabeza de esta criatura, encontramos un plato que sirve de plataforma a parejas que parecen girar alrededor de una gaita o cornamusa. Si nos damos cuenta, la tabla está llena de instrumentos musicales, todos ellos usados como elementos de tortura. Incluso detrás, unas orejas son atravesadas por un cuchillo, ¿es la música fruto del pecado?
Los pecados capitales por cortesía del pájaro azul
Si hacemos zoom en la esquina inferior derecha de la tabla nos llama la atención un grupo de personajes variados presidido por un gran pájaro antropomorfo de color azul. Vemos que está sentado en un trono-retrete desde el que engulle a humanos, los cuales luego defeca en un pozo. El pájaro se ha interpretado como Satanás devorando a los condenados ávaros que caen en un pozo negro sin salvación.
A ese mismo pozo, van a parar las monedas que salen del culo de un personaje desconocido y los vómitos de otro, son representaciones de la avaricia y la gula. A la izquierda, una mujer con un sapo en el pecho es abrazada por un “hombre”. Observamos doblemente esta escena ya que se refleja en un espejo: simboliza la lujuria y la soberbia. En el lado contrario, otro hombre duerme plácidamente en una cama: es la personificación de la pereza.
Nos faltaría la envidia, que podemos verla reflejada en esas personas que apartan las cortinas para ver qué pasa más allá. Intentando alcanzar lo que otros tienen, aunque sea malo… La ira quizá no aparezca como tal en este pequeño rincón de la obra, pero si aparece en la violencia y fuerza de los diferentes castigos, repartidos por toda la tabla.
El Bosco nos está hablando de forma magistral de las consecuencias a las que se verán condenados todos los que han elegido el camino del pecado, sea el que sea…
Reflexionando con El Bosco
El Jardín de las Delicias es una obra maestra, en la que el pintor dejó volar la imaginación y la cargó de un fuerte simbolismo. Podemos pensar que es una lección moral, pero la obra va más allá: nos invita a reflexionar sobre la fragilidad del ser humano, nuestros deseos, tentaciones y consecuencias.